jueves, 30 de abril de 2009

La creación de un personaje

Hace ya unos años, cuando leí por primera vez la saga de “La Torre Oscura” de Stephen King me llamó la atención algo que decía en un prefacio. Básicamente explicaba que se sentía como una especie de puerta por la que los personajes eran capaces de entrar en nuestro mundo y le usaban para expresarse.
En su momento me pareció muy original el planteamiento que hacía, pero por aquel entonces también pensaba que era el escritor el que dominaba su obra, el que hacía lo que quería con los seres que había inventado.
Huelga decir que con el paso del tiempo eso ha cambiado. Los personajes de mi primera novela durante buena parte de ella se trataron de seres arquetípicos, de dos dimensiones. Y de repente un día eso cambió. Me acuerdo de la primera vez que escuché en mi cabeza la voz de Jake. Súbitamente todo varió, pues aunque sabía que era un personaje, tomé conciencia de que también era parte de mí. Descubrí cómo en las siguientes páginas dejó de ser ese ser plano que hasta el momento había sido para convertirse en algo diferente. Y el resto de personajes, que son muy envidiosos, siguieron sus pasos. El hecho es que tuve que rehacer los capítulos ya escritos de la novela para poder amoldar las nuevas “personalidades” de mis personajes a las situaciones ya descritas.
Veo que me estoy enrollando, y a lo que quiero llegar es a algo bien sencillo. Como escritor, ahora sé que no puedo aspirar a dominar esos mundos que creo al escribir, pues muchas veces incidirán muchos otros factores, tanto conscientes como inconscientes, que harán que la novela o el cuento de turno tome las riendas. Es en ese punto donde normalmente suelo hacerme a un lado y dejo que siga su camino, para ver hacia dónde lleva y siempre procurando evidentemente que no se tuerza.
Y os preguntaréis a santo de qué hablo hoy de esto. La respuesta es muy sencilla. Como ya os comenté estaba escribiendo una novela de fantasía titulada “El Heraldo” mientras descansaba entre el tomo segundo y el tercero de la saga de “La Fábrica”. Pues bien, hace cosa de semana y media soñé con un desierto. Ahora es cuando os reís, y os dejo que lo hagáis, je,je. El caso es que en el sueño me encontré con un personaje, el Tejedor de Historias. Al día siguiente volví a soñar con él, y desde entonces se ha ido haciendo un hueco hasta el punto de hacerme dejar abandonado el proyecto de “El Heraldo” para comenzar uno nuevo con el Tejedor como parte integrante. Resultado: diez páginas en estos dos días.
No sé dónde me lleva el personaje, ni sé aún lo que voy a contar sobre él. Pero lo que sí sé es que los folios salen uno tras otro como hacía tiempo que no conseguía. Y encima parece que son buenos (y no creáis, mi novia es muy, muy crítica, algún cuento casi me ha tirado a la cabeza), así que, recordando al señor King, me pregunto si a veces no seré esa puerta a la que él se refería.

viernes, 24 de abril de 2009

masificación y otros problemas

Reponiéndome del cúmulo de sensaciones vividas ayer, Día de Sant Jordi por estas tierras y Día del Libro en el resto, tomo el teclado para terminar el tema que tengo desde la semana pasada pendiente.

Y es que ya os hablaba de la coedición y similares y os ofrecía mi visión del tema, señalando después un peligro que trataré hoy.

Pero primero echemos un vistazo al panorama que nos rodea. Sorpresivamente, España es un país en el que se editan una enorme cantidad de títulos, en concreto y con datos de 2008 un total de 86330, un 18,4% más que el año anterior, y un número de ejemplares impresos que alcanza la cifra de 255,5 millones de libros. Es cierto que añaden que las tiradas son más cortas, pero a mí me sigue pareciendo un número increíble.

Y sin embargo cuando entro en el metro o en el tren sigo viendo demasiadas "superpop", "diez minutos" y similares. Es decir, no veo tal cantidad de libros en mi día a día como las cifras anteriores pudieran sugerir.

Evidentemente puede ser que toda esa gente lea en su casa, y estoy seguro de que muchos de ellos lo hacen, pero creo que no van por ahí los tiros. Pienso que más bien lo que pasa es que se edita mucho pero se lee poco (ojo, que no digo que se compre poco).

Todo ello contribuye al efecto de la masificación. Poneos en la piel del dueño de una librería que recibiese tal cantidad de novedades, ¿dónde creéis que podría ponerlas el pobre? El sitio acabaría por faltarle, y para hacer entrar unas debería retirar las anteriores, y todo esto a un ritmo frenético.

Por lo que se crea el problema de la masificación. Estamos en un punto en el que no ya las editoriales (que llevan tiempo), sino incluso los agentes literarios, están colapsados (algunos ya se niegan a nuevas representaciones, doy fe).

Así pues los nuevos autores lo tenemos complicado, pues debemos enfrentarnos no sólo a autores consagrados, sino también a mucha competencia. Eso en el caso de que consigamos que nos acepte la obra un agente o un editor, que como ya decía antes están hasta arriba de trabajo.

Lo cual puede llevarnos, enlazando con la entrada anterior, a que muchos optemos por la coedición o autoedición, y ello acarrea otro inconveniente, si bien de un tiempo a esta parte lo que voy a tratar ahora lo veo también en editoriales convencionales. ¿Cuántas veces hemos abierto un libro, que además nos ha costado un pastón, y hemos encontrado erratas, errores ortográficos y demás? Desgraciadamente a muchos se nos está olvidando cómo escribir, y aquel que debía repasar lo escrito y hacer desaparecer nuestros fallos, el corrector, ha dejado de existir como figura en el personal de la editorial. Y en el caso de las editoriales de coedición y similares además publican en ocasiones cualquier cosa. A lo mejor estoy siendo cruel, pero me temo que ellos miran por su negocio y no miden la aptitud de la obra; no sé de nadie que haya recibido una carta de una de estas editoriales en la cual le digan que se niegan a editarle.

Por lo tanto ya tenemos la masificación y la disminución de calidad en las publicaciones. Y, ¿adivináis cuál es el tercer problema que creo que perjudica ahora mismo al mundo editorial? pues la consabida crisis, evidentemente. Pero de este ya se habla mucho en el resto de sectores y por tanto no me explayaré, aunque es cierto que también afecta, en forma de retrasos en lanzamientos,... Sobre todo esto escribió hace unas semanas Teo Palacios en su blog, os invito a que entréis en Fantástica Literatura y leáis lo que allí decía.

Así que tras todo esto, ¿dudáis de que lo tengamos difícil? Menos mal que, como todos sabemos, la esperanza es lo último que se pierde, je,je.

jueves, 16 de abril de 2009

coedición, autoedición y demás

Pensé dedicar esta entrada de hoy a la "Jornada de Escritores del Baix LLobregat" que se iba a celebrar este martes pasado en mi pueblo, pero por segunda semana consecutiva (espero que no se convierta en un hábito) los hados se han puesto en mi contra y allí me encontraba yo, frente a las puertas de la biblioteca, para enterarme de que se había cancelado dicha jornada por falta de dos ponentes.
Total, que voy a hablar de un tema que tengo pendiente: la autoedición y todos sus derivados.
Lo primero que quiero decir es que he sido usuario de una de estas modalidades, es decir, lo que aquí exprese está basado en mi propia experiencia.
Os pongo en antecedentes: Novela terminada, ni idea de qué camino seguir a continuación tras las primeras negativas (todas de grandes editoriales, claro, en nuestra inocencia pensamos que tenemos la obra perfecta y que se morirán por publicarnos y es a ellos a quienes primero escribimos) y encima te cae un dinero que no esperabas. Es entonces cuando piensas que lo que verdaderamente te apetece no es un viaje a Egipto, sino poder tocar a tu vástago literario, palpar sus solapas y leer, esta vez en papel, lo que has escrito.
Porque no nos engañemos, esa es la principal ventaja de todo este asunto, de una manera rápida puedes ver tu sueño cumplido, un libro con su código ISBN (como los de verdad) y en la estantería de una librería (también como los de verdad). Pero ahí se acaban todas las similitudes con una edición normal. Debo reconocer que me hizo mucha ilusión la primera vez que vi el mío, cuando lo saqué de la caja. Hice una edición pequeña, para familiares y amigos, pero unos cuantos los dejé a la editorial para que los distribuyesen por las librerías con las que normalmente trabajaban. Y no os digo nada de cuando lo vi en la "Casa del Libro", que estuve por pedirle a la dependienta que me bajase unos cuantos para dejarlos firmados. Pero pronto el sueño se acaba.
Y comienza la parte negativa. Cuando miras la edición ves que no es todo lo buena que debería para el precio que tiene, y piensas que no es competitivo. Luego van pasando los meses, y en mi caso me dijeron que en Febrero me harían una liquidación de lo que se vendiese por su parte (porque tú decides cuántos te quedas para repartir entre tus conocidos y librerías que te lo acepten y el resto te los pueden vender ellos, sea por web, sea en otros espacios, como en mi caso la citada "Casa del Libro"). Pasó este mes y nada, esperé hasta mediados de Marzo y entonces les llamé, y me tomó la llamada el editor jefe, que hasta el momento de que me tocase pagar parecía que era mi mejor amigo, y que sin embargo en esa llamada tras un par de frías frases me pasó con una compañera, la cual me dijo que las ventas no iban bien, y pretendía colgar la llamada cuando le pregunté directamente por la liquidación. Me dijo entonces que si me parecía bien esperábamos al año de la publicación y liquidábamos. Accedí, más que nada porque entre otras cosas lo que recibiré no me sacará de pobre, y no pasa nada si lo pierdo, pero me quedó dentro una desconfianza enorme por esta gente, máxime cuando he preguntado por mi libro en (otra vez) la "Casa del Libro" y ya no les quedaba, estaba pendiente de ser repuesto por el distribuidor.
Total que, resumiendo, tendrás tu libro en las manos, pero a cambio deberás pagar, encargarte de hablar con cuantas más librerías mejor para que le hagan un hueco en la estantería y darte cuenta de que verdaderamente no estás en el mercado, pues no eres competitivo por tu precio y por el escaso número de ejemplares puestos a la venta y la sospecha de que además no se reponen.
Resumido en una frase: válido para cumplir la meta de poder tocar el producto de tu imaginación, simplemente.
No he dicho el nombre de la editorial, como podéis observar, y lo he hecho conscientemente, ya que en particular esta editorial me venía muy recomendada por otra asociación a la que pertenezco, y si es de las mejores y honestas y hace esto por mi parte pienso medirlas a todas por el mismo rasero.
Y eso que, quiero creer, no nos engañan conscientemente, no nos estafan. Lo que creo es que por el sistema que han creado, ellas mismas contribuyen a un problema mucho más generalizado, que es la masificación.
Pero a este tema dedicaré la próxima entrada, que esta se ha alargado mucho.

sábado, 11 de abril de 2009

Hoy va de cine

Tenía previsto hablar en esta entrada de la coedición y mi propia experiencia, llevaba desde el lunes fraguando en mi cabeza lo que iba a escribir y cómo iba a hacerlo, pero ayer por la noche algo trastocó mis planes.
Resultó que mi novia tenía ganas de ver una película, algo de comedia simplemente para pasar el rato, y nos decidimos por "No me pidas que te bese porque te besaré", de Albert Espinosa, basada en una obra teatral del mismo autor.
No voy a contar nada de su argumento, ni de lo que me gustó más o menos. Solo sé que, en un determinado momento, mi novia lloraba y yo tenía los ojos húmedos.
Y en ese momento fue cuando pensé en los buenos momentos que me había ofrecido el hecho de leer. Ya sea una novela de mil páginas, o un cuento de dos, he acabado llorando en ocasiones, o he sentido miedo, pena, o muchas otras sensaciones.
Es esa la meta de escribir, ser capaz de incidir en las emociones del lector. Y es difícil, puesto que no contamos con imágenes de atardeceres o bandas sonoras emotivas. Tenemos que hacer por tanto que la imaginación del lector sea la que trabaje, la que supla dichas bandas sonoras e impactantes imágenes.
Pero cuando lo conseguimos, cuando alguien nos dice que se ha emocionado leyendo un cuento, o que luego tuvo pesadillas con otro, la satisfacción te hinche, pues sabes que vas por el buen camino que por un momento has conseguido tocar el alma y/o el corazón de alguien sin necesidad de poner al actor guapo o la balada de moda.
Por cierto, recomiendo la película.

domingo, 5 de abril de 2009

¿Por qué escribo?

Muchas veces a lo largo de estos doce años que llevo escribiendo he escuchado a la gente decirme que qué suerte eso de escribir, que qué bonito,... Supongo que a casi todos nos pasa lo mismo.

Lo que la gente no sabe es la cantidad de cosas a las que renunciamos, la cantidad de horas que invertimos y que restamos a nuestras parejas, amigos o familia. Ahora por ejemplo, mientras escribo estas líneas, mi novia duerme en el sofá, al amparo de una de estas películas horribles que echan los fines de semana a las cuatro. Y pienso que podría estar con ella tumbado, y sin embargo me encuentro frente al teclado.

Creo que todos los que nos dedicamos a transportar nuestras fantasías al papel tenemos una vocación, y una gran capacidad para el sacrificio. Trabajar durante ocho, nueve o diez horas, llegar a casa y dedicarte a tus mundos eliminando vida social u horas de sueño es algo a lo que más o menos estamos acostumbrados. Y sin embargo enfrentarnos a una página en blanco nos sigue emocionando.

Hablaba al principio de esta entrada de lo fascinada que se siente la gente, automáticamente te elevan a un pequeño altar, y les cuento en efecto lo bonito que es, lo bien que te sientes cuando hilvanas una historia capítulo tras capítulo y por fin la ves terminada. Pero les oculto otra verdad, esa que habla de la necesidad de escribir para que el capítulo salga de tu cabeza, o de tu corazón, y sea liberado. Y tampoco les cuento nada del tremendo cariño que cojo a mis personajes y lo solo que me siento cuando acabo de escribir y debo despedirme de ellos o, como ya me ha pasado, cuando debo matar a alguno de ellos y noto cómo su voz se debilita en mi interior.

Una vez leí, en un prólogo de una novela de Stephen King, que escribir es un acto egoísta, y estoy de acuerdo.

Así que, ¿por qué escribo? Básicamente para sentirme bien conmigo mismo, que soy capaz de crear algo y de hacerlo crecer. Pero también para dar oportunidad de nacer a ese algo y que no me ande rondando continuamente.

Y que por favor no parezca una entrada pesimista. Un parto en duro, pero también es una de las cosas más bonitas que puede vivir una persona. Si no me realizase como persona escribir, ahora mismo estaría durmiendo en el sillón, je, je.